El primer teclado que toqué, fue el de una antigua máquina de escribir que tenía mi madre, me parece recordar que heredada de mi abuelo y, si la mente no me falla, ahora en poder de un tío.
Después, en la edad que uno piensa que sus padres son dueños del lugar donde trabajan, soñaba con la destreza de escribir en una robusta máquina eléctrica de la oficina de mi mamá en el INFOP.
Aún sin tener una máquina de escribir, mi amor por las letras, hizo que -en mi pubertad y adolescencia- a punta de bolígrafo creara mis primeras fábulas y cuentos, que se quedaron en casa de mi madre cuando me casé.
Recuerdo haber adquirido mi primera máquina de escribir, en una casa de empeño, justo en la Avenida Jerez, del centro de Tegucigalpa. La motivación por adquirir la máquina, vino directamente del excelente maestro de la Escuela de Periodismo: Reynaldo Amador.
En los últimos 10 años, he tenido muchos teclados en mis manos. A cada uno le tomo cariño y lo trato con respeto, pero con energía, inspirado en las palabras de William Forrester (Sean Connery).
Hoy tomé 15 fotos de mi teclado actual, de las cuales descarté cinco, pero de las 10 finalistas, hubo cuatro que me gustaron y no pude elegir una como la mejor. Espero te guste por lo menos una.
Las comparto contigo, como parte de mi proyecto “Siete cosas”.
Qué si el teclado tiene influencia en mi vida, ¡Claro que sí! Difícilmente pasa un día entero sin que mis manos se posen sobre uno para plasmar mis pensamientos, compartir con los amigos o servir a mis clientes.
Gracias por pasar y leerme/ver mis fotos.