No recuerdo qué edad tenía; pero, tuvo que ser a principio de los ochenta, cuando recién aprendí a escribir, que ardía en mí el deseo por contar historias, cuentos que surgían de las fantasías en la mente de aquel pequeño niño feliz.
En aquella época, me inclinaba por la fábula. Me encantaba inventar historias de perros, conejos y gusanos (probablemente influenciado por los libros que mi mamá me compraba o por las caricaturas que exhibía la televisión local).
Aún con el pasar del tiempo, el deseo por escribir se ha mantenido; sin embargo, igual que con otra cosas esenciales que he descuidado, mandé las letras al final de la lista de prioridades.
Hoy, puedo decir que me encuentro «oxidado»; no obstante, comenzaré a escribir hasta alcanzar un mejor nivel. Como dice «Forrester», el primer paso para escribir, es escribir; escribir sin parar, sin pensar, simplemente teclear.
Esta vez, no planeo que sea manuscrito en un cuaderno de 100 páginas, ni hojas con copia al carbón salidas de aquella máquina de escribir que compré en una casa de empeño. Las primeras letras se graban en electrónico, desde la vieja y fiel DELL Inspiron que volví a usar después de que me robaron mi Mac.
Planeo compartir algunos párrafos de manera periódica en un blog y otras plataformas de moda, al tiempo que guardaré otras ideas que algún día verán las prensas.
La foto de esta entrada, fue hecha en 2011 para contar una historia similar a ésta: https://flic.kr/p/apP4p4