No recuerdo qué edad tenía; pero, tuvo que ser a principio de los ochenta, cuando recién aprendí a escribir, que ardía en mí el deseo por contar historias, cuentos que surgían de las fantasías en la mente de aquel pequeño niño feliz.

El primer teclado que toqué, fue el de una antigua máquina de escribir que tenía mi madre, me parece recordar que heredada de mi abuelo y, si la mente no me falla, ahora en poder de un tío. Después, en la edad que uno piensa que sus padres son dueños del lugar donde trabajan, soñaba con la destreza de escribir en una robusta máquina eléctrica de la oficina de mi mamá en el INFOP. Aún sin tener una máquina de escribir, mi amor por las letras, hizo que -en mi pubertad y adolescencia- a punta de bolígrafo creara mis primeras fábulas y cuentos, que se quedaron en casa de mi madre cuando me casé. Recuerdo haber adquirido mi primera máquina de escribir, en una casa de empeño, justo en la Avenida Jerez, del centro de Tegucigalpa. La motivación por adquirir la máquina, vino directamente del excelente maestro de la Escuela de Periodismo: Reynaldo Amador. En los últimos 10 años, he tenido muchos teclados en mis manos. A cada uno le tomo cariño y lo trato con respeto, pero con energía, inspirado en las palabras de William Forrester (Sean Connery). Hoy tomé 15 fotos de mi teclado actual, de las cuales descarté cinco, pero de las 10 finalistas, hubo cuatro que me gustaron y no pude elegir una como la mejor. Espero te guste por lo menos una. Las comparto contigo, como parte de mi proyecto "Siete cosas". Qué si el teclado tiene influencia en mi vida, ¡Claro que sí! Difícilmente pasa un día entero sin que mis manos se posen sobre uno para plasmar mis pensamientos, compartir con los amigos o servir a mis clientes. Gracias por pasar y leerme/ver mis fotos. __________________________________________________________________ Alrededor hay por lo menos 7 cosas que influencian nuestra vida

En aquella época, me inclinaba por la fábula. Me encantaba inventar historias de perros, conejos y gusanos (probablemente influenciado por los libros que mi mamá me compraba o por las caricaturas que exhibía la televisión local).

Aún con el pasar del tiempo, el deseo por escribir se ha mantenido; sin embargo, igual que con otra cosas esenciales que he descuidado, mandé las letras al final de la lista de prioridades.

Semana Santa de 2019, ha servido para aprovechar el tiempo y leer algunos libros que tenía pendientes, y escuchar audiolibros, podcasts y videos, que me han hecho reflexionar acerca de varios temas (y mi vocación hacia la comunicación y las letras, es uno de ellos).
A menudo, relato historias (especialmente fábulas) a mis hijos, antes de dormir. Al menor, le encanta cuando los cuentos son por capítulos (uno cada noche). Disfruta escuchando los nombres que invento a los personajes, y los colores, formas o figuras que agrego a la trama.

Hoy, puedo decir que me encuentro “oxidado”; no obstante, comenzaré a escribir hasta alcanzar un mejor nivel. Como dice “Forrester”, el primer paso para escribir, es escribir; escribir sin parar, sin pensar, simplemente teclear.

Esta vez, no planeo que sea manuscrito en un cuaderno de 100 páginas, ni hojas con copia al carbón salidas de aquella máquina de escribir que compré en una casa de empeño. Las primeras letras se graban en electrónico, desde la vieja y fiel DELL Inspiron que volví a usar después de que me robaron mi Mac.

Planeo compartir algunos párrafos de manera periódica en un blog y otras plataformas de moda, al tiempo que guardaré otras ideas que algún día verán las prensas.

La foto de esta entrada, fue hecha en 2011 para contar una historia similar a ésta: https://flic.kr/p/apP4p4

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