Cada vez hay más libertad para que uno exprese lo que piensa y rinda culto de la manera que prefiere. Eso a algunos les gusta y otros le causa temor o disgusto.
Sea como fuere, debemos respetar a los que hoy están alegres por la elección del nuevo Papa Francisco I. De la misma forma que debemos respetar a cada uno por su creencia (o no).
Estoy de acuerdo con lo que -parafraseando- dice Vargas Llosa cuando escribe que aunque no todos creamos lo mismo, debemos permitir que cada cual haga lo que piensa correcto y conveniente, siempre que no degrade al prójimo, ni se meta con lo que se profesa (de hecho, la cultura se nutre de ello).
No cabe duda que lo que el mundo es hoy, en parte se debe a la contribución que el cristianismo y demás religiones, han hecho. Esperemos que lo que dejará el argentino que a partir de la fecha encabeza a los católicos, sea positivo en la balanza para la humanidad entera. Que los tiempos venideros, sean mejores.
Los que se alegran, hoy, celebren y regocíjense, sin ofender a los que no. Los que creen diferente, respeten a los que hoy exaltan a Jorge Maria Bergoglio, Francisco I.
Esta cruz, símbolo del cristianismo en general, a mi criterio, se erige (palabra que me recordó el error de la televisión chilena) en Cantarranas, bello pueblo de Francisco Morazán, Honduras.