Cuando veo las tortugas de mi hija, no puedo evitar pensar en la paciencia de esos animalitos.
Vas por la mañana, encuentras una subida sobre la otra. Pasas más tarde y las ves observando su entorno (una al lado de la otra). Llegas por la noche, y están juntas, no como soportándose, sino juntas.
Hasta ahora no he llegado a verlas pelear (cosa que sí parece ocurrir con los perros, aves, gatos, hamsters, etc.); lo más que he alcanzado a ver es que una anda por un lado de la tortuguera y la otra en el otro extremo, pero nunca peleando.
Los humanos tenemos mucho que aprender de esta especie… Probablemente debido a eso son tan longevas y nosotros no… 🙂