No recuerdo exactamente mi edad cuando conocí que la esperanza de vida en los hombres de Honduras era entre 60 y 70 años. Desde esa época, me propuse trabajar duro, constantemente para conseguir -por tarde- a los 30, tener todo o la mayoría de cosas que me habría gustado poseer.
Algunas metas, las cumplí antes de la edad propuesta, otras están en proceso y existe -probablemente- un conjunto que no alcanzaré.
Esta mañana, mientras preparaba a mi hijo menor para la ducha, miró mi frente y con expresión de asombro lanzó las preguntas: ¿Papá, qué eso? ¿Qué tienes ahí? Acto seguido, con sus pequeños dedos tocó mis arrugas…
Durante muchos años -basado en aquella idea que la esperanza de vida es corta- viví un tiempo deseando que mi existencia acabara antes o exactamente al cumplir 60, pues temía depender de alguien más a causa de enfermedades o debilidad; sin embargo, Dios ha utilizado a mi esposa e hijos para inspirarme a ser mejor y procurar una larga vida, lo más que se pueda.
Si bien, estadísticamente, ya mi camino está en la curva descendente, quiero e intento disfrutar cada día, vivir al máximo, dando a cada cosa y momento su justa medida. Con la idea clara -que aprendí de un tío- ¡Qué se preocupen los demás!
En mi tercer día del Proyecto 30 días antes del fin, he querido compartir mi pensamiento y esta fotografía que hice después de acostar a Andrés, quien mientras le ponía su ropa de dormir, volvió a preguntar: ¿Qué tienes ahí, papá? ¿Qué es eso?