En los ratos que no estoy de paseo con la familia, aprovecho para ejercitar un poco o salir a hecer un par de fotos.

Una de las cosas que me gusta, aparte de hacer uno que otro paisaje, es hacer fotografías de las personas haciendo su trabajo, su vida normal, mientras los demás descansamos.

Este hombre llegó hace treinta años a Roatán, desde San Pedro Sula. Dice que no regresa a tierra firme, por nada.

Vendedor de ropa en las calles de Roatán

Vendedor de ropa en las calles de Roatán

En otro extremo de la isla, pasea por lugares de alto tráfico de peatones, este oriundo de El Progreso, Yoro, que 20 años atrás arribó a la más grande de las Islas de la Bahía. Le tomó diez años traer de tierra firme a todos los miembros de su familia, y dice vivir más tranquilo, “sin tanto ajetreo”.

Vendedor de frutas en Roatán

Vendedor de frutas en Roatán

En Roatán -igual que en el resto de Honduras- hay opciones para ganarse la vida. El servicio es una de las maneras disponibles, pero los hondureños parecen haber sido formados para estar sentado, frente a un escritorio, si no es de esa manera, no quieren trabajar.

Pensando en las conversaciones que sostuve con estos dos personajes, llego a la conclusión que una de las riquezas más importantes que tenemos en el país, pero no explotamos, es servicio, nuestra sonrisa.

El turista en Roatán

El turista en Roatán

Seamos amables, sonriamos con las personas, sirvamos a los turistas; además, busquemos la manera de aprender por lo menos un idioma extra, primero el inglés.

× ¿Cómo puedo atenderte?