Hasta hace unos días, para mí, el macuelizo servía para dos cosas: para ensuciar la entrada de la casa en que vivo y para hacer trompos.
La rutina -al parecer- nos nubla la visión, pues dejamos de ver las cosas importantes y realmente valiosas en la vida.
Fue hasta que alguien señaló -en facebook- la belleza ornamental de este maderable, que recapacité en la importancia de abrir los ojos, ver hacia arriba y concentrarnos en lo simple, lo que nos ha sido puesto para disfrute e inspiración.
Hoy, mientras me disponía a revelar las fotografías de un cliente, pasé por la ventana y vi la belleza del macuelizo, que aunque abandonado por las hojas y con sus flores en los últimos días, sabe verse bien, luce hermoso.
Así debemos ser, o al menos intentarlo, aprender a vernos -y mostrarnos- bien, aún cuando todo aparente desfavorecer. Debemos aprender a ver la belleza de la vida.
Un abrazo y siempre a la orden.